jueves, 9 de agosto de 2018

Novela. ENDURANCE: RELEVO FINAL. 2 de 5- El mecánico teórico


2 de 5- El mecánico teórico.
  Por supuesto, ya no he descansado nada. Apenas he logrado hidratarme bien, no me entra nada en este estómago que parece lleno de algo parecido a piedras que se mueven sin parar. En lo que quedó de relevo Pedro apretó nada más vio en la pizarra “tira fuerte”, bajando un segundo largo por vuelta y recortándoles más de quince segundos. Y Toño está volando, haciendo los mejores tiempos del equipo en toda la prueba. Los tres equipos que tenemos por delante se han dado cuenta y han respondido, con resultados diferentes: Uno de ellos se ha escapado, metiéndonos todas las vueltas un poco que lo está haciendo inaccesible. Otro está intentando apretar, pero algo debe pasar porque le vamos recortando. Y el tercero se ha marcado un “largo paseo por la grava” en la última curva… estos no se han enterado todavía que resbala pese al aumento de temperatura… y ahora vamos media vuelta por delante de ellos y undécimos. 

  Así que la pelota está en mi tejado, soy yo el que tengo la responsabilidad de intentar un “top ten”. Nunca he competido para demostrar ser el mejor, sino para terminar, para demostrarme a mí mismo que puedo superar el obstáculo que me pongan por delante. La verdad es que en muy contadas veces he ido “a muerte”, por eso siempre me han gustado las pruebas largas como resistencia en asfalto o raids en tierra… y muy poco velocidad o cross.
  Pero hay algo que me preocupa más que el correr: la moto. Desgasta poco al conductor y al material, es rápida y ágil en curvas, pero de motor es lenta. Y viendo la cara que pone Paco, nuestro mecánico, me he dado cuenta que a él no le hace gracia la idea de apretar.

  Paco es un personaje particular. Entre nosotros le llamamos “el búho”, porque siempre está muy atento a todo lo que decimos o hacemos, pero la verdad es que habla muy poco. Él siempre se ha definido como “mecánico teórico”, porque cuando dejó los estudios estuvo trabajando en dos talleres, y de los dos acabó siendo despedido ¡por trabajar demasiado!: Era excesivamente meticuloso haciendo reglajes, desmontaba las piezas con cuidado y las montaba con tranquilidad y precisión, le dedicaba todo el tiempo del mundo al ajuste más nimio, limpiaba las piezas con pulcritud y las engrasaba con mimo. Claro, para cualquier cosa tardaba un telediario, y eso no era muy conveniente en pequeños talleres. Lástima que no lo hubieran descubierto en algún departamento de competición, allí sí hubiera sido feliz. Al final se dedicó a programar ordenadores, donde todo minuto que invierte es dinero… que gasta en nutrir su magnífico garaje con motos espectaculares, herramienta
de todo tipo y una decoración que recuerda a un viejo taller inglés ¡precioso!

  Con lo que he contado, no es de extrañar que pase el rato en el muro de recta escuchando nuestra moto… y con mala cara. Me arrimo a preguntarle y no me gusta lo que dice –“no sé que pasa, pero Toño siempre cambiaba aquí mismo y ahora está aguantando más la marcha, como si perdiera aceleración. Y la oigo que suena menos ruidosa” de un salto sube al muro, y al pasar “nuestro taxi” olfatea el aire. Me recuerda algunos animales que salen en los documentales, esos que se plantan en las patas traseras y se estiran para olisquear. –“Huele a aceite… me temo que perdemos compresión”.

  Pues que bien…




Sigue aquí: 

3 de 5- ¡A correr!

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