miércoles, 12 de julio de 2017

"Libros liberados". Un monólogo inesperado.

Viendo las noticias hace tan solo unos días, el 6 de julio para ser exactos, me llamó la atención que se hablara de libros.

 ¿Libros? 

¿En el Telediario? 

¿Y sin motivo aparente? 

En cuestión de segundos por mi cabeza pasaron las razones por las cuales en los últimos 10 años se ha hablado de libros en el telediario: que algún presentador del noticiero publique algún libro,  que sea la Feria del Libro (por supuesto en Madrid), o que se celebre el día de Sant Jordi en Cataluña. Pero ninguna encajaba.

Mi sorpresa iba en aumento y mi pensamiento a mil por hora.  "No puede ser", pensé, ""¿noticias sin políticos corruptos, sin ciudades destruidas por bombas, sin cuerpos descuartizados en atentados o sin futbolistas sujetando una copa en una piscina?..."

Así que, en vista de la importancia del momento, y después de que por mi mente cruzara el pensamiento de "éste es el fin de la humanidad tal y como la conocemos", hice lo que hacemos todos en los momentos importantes: con un movimiento rápido alargué el brazo, me hice victoriosa con el mando a distancia, subí el volumen del televisor y con un imperativo "SSSSHHHHH" mandé guardar silencio a los que me rodeaban. Pobres, no lo vieron venir....

Pues bien, como os decía, con los 5 sentidos centrados en la pantalla, el corazón palpitante a punto de salírseme del pecho y con el silencio como música de fondo en mi salón comedor, me dispuse a prestar toda mi atención a aquella inusual y desconcertante noticia.

"Libros liberados", dijo la presentadora.

"¿Y eso qué es?", pensé yo (o quizá lo dije en voz alta...). Años de lecturas, de estudio, y jamás me había topado con semejante expresión. Honestamente, me sonaba a chino.

La presentadora explicaba que durante esa misma mañana el autor de la novela "Las ventanas del cielo", Gonzalo Giner,  había dejado personalmente ejemplares de su novela distribuidos por los rincones de la catedral de Segovia, con el fin de que quien los encontrara se los llevara de forma gratuita. El Grupo Planeta distribuyó más de 100 ejemplares de ésta novela por catedrales españolas en 19 ciudades distintas aquél día.

Hasta ahí llegaba la noticia. No había que ser un lince para adivinar que una campaña tan generosa por parte del Grupo Planeta obedecía a una estrategia comercial evidente...incluso para mí, que de lince tengo más bien poco. No es que me sorprendiera que en las noticias se prestaran a hacer una campaña publicitaria, que ya estamos acostumbrados a que nos hablen de una clínica dental mientras nos cuentan qué tiempo va a hacer por Cantabria o cómo reducir la celulitis a la vez que nos informan de los deportes.  No era eso. Pero lo cierto es que me había picado la curiosidad, y sentí la necesidad de ahondar un poco más en el tema. 


Pensé que iba a encontrar poca información, que se trataba de algo novedoso, una simple campaña de marketing y poco más. Sin embargo, no podía estar más equivocada. Navegando en la red me di cuenta de que se trataba de algo que viene ya de lejos, tanto en lugar como en tiempo: Argentina y EEUU, 2003. Un movimiento en toda regla con miles de seguidores por todo el mundo y que ha generado ríos de tinta desde que apareció por primera vez.

Más conocido como "bookcrossing", "liberar libros" consiste en leer un libro que alguien ha dejado en algún lugar para que quien lo encuentre lo lea. El escenario del encuentro entre libro y lector puede ser el banco de un parque cualquiera, cualquier puente que cruzamos mientras practicamos "running" o cualquier lugar público que podáis imaginar. La gracia está en que una vez hemos leído el libro hay que volverlo a dejar en el mismo sitio, para que sea otra persona la que se beneficie de su lectura. Y así, conseguir una especie de lectura "en cadena" a nivel mundial.

No niego que éste planteamiento conlleva un cierto toque romántico, a modo de mensaje que te envía el destino, que cruza tu camino con el de un libro que alguien ha dejado allí para tí sin saberlo, en un lugar y un momento determinado. Tampoco niego el tinte solidario que tiene  el hecho de ceder un libro sin esperar nada a cambio, una especie de "reciclaje literario" que ya no me suena tan novedoso. Desde años ancestrales, ésta ha sido la función de las bibliotecas públicas, y mal que pese a algunos, lo sigue siendo. 

No hace falta ir buscando libros por parques y puentes, los podemos encontrar en la biblioteca pública más cercana, y sí, también gratis. Allí encontramos, al igual que en el movimiento "bookcrossing", libros que han pasado por otras manos y que van a seguir haciéndolo cuando terminemos su lectura y los devolvamos. Sé que no tiene tanto glamour, pero lo que pierde en ese sentido lo gana en libertad. No quiero que otros decidan por mí, quiero ser yo quien elija qué leo y cuándo leo. 

Soy consciente de que lo imperante hoy en día es precisamente lo contrario, es dejar que otros decidan por tí. Sirvan como ejemplo dos corrientes que arrasan en la red actualmente: "Bookish" y "Personal Shopper". Ambos consisten en que por un módico precio, alguien totalmente desconocido decide por nosotros qué libro leer o qué ropa vestir, y nos hace un envío a nuestra casa una vez al mes. Eso sí, empaquetado que es un primor. 

¿Merece la pena realmente pagar por un libro o por un pantalón que no te hubieras comprado jamás, sólo por el hecho de que venga envuelto en una caja preciosa con una carta a tu nombre que envía Dios sabe quién y envuelto con papel de seda? Yo creo que no. Creo que nos enseñan que la forma importa más que el contenido, nos enseñan a dejarse llevar por la corriente, a delegar en otros cosas tan personales como el libro que vamos a leer, que dejará un poso en nosotros, mayor o menor, pero que es la fuente de la que bebe nuestro pensamiento, el nuestro de verdad. 

Creo en la libertad de expresión y creo en la libertad de elección. Creo que cada uno de nosotros tiene el derecho y la capacidad de labrarse su propio destino. No niego que hay que hacer un esfuerzo para conseguirlo, pero es que el valor de lo que conseguimos es directamente proporcional al esfuerzo que invertimos. Cuanto más grande es el esfuerzo, mayor es la gloria, independientemente de cuál sea el resultado. 

Os dejo con ésta reflexión. Me voy a la biblioteca a elegir mi próxima lectura. El papel de seda ya se lo pongo yo.....




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