jueves, 18 de octubre de 2018

ALMAS INQUIETAS. ¿Que por ahí es el circuito...?

¿Que por ahí es el circuito...?
Año 2000. Por fin la Bultaco estaba lista: estética cuidada, amortiguación repasada, frenos que no llegaban a más... y un motor que por fin arrancaba. También tenía parte del equipo: casco “con mis colores”, camiseta con mi número, botas de cross, protecciones... sólo desentonaba el pantalón del mono de cuero, pero no había otra.

Tocaba el momento de entrenar para mi debut en competición.


Albaida, momentos antes de debutar en competición.
Así que un domingo ManoloMk10 (y su infinita paciencia... jamás le estaré suficientemente agradecido) vino con su Clio 1.2 y el carro, juntamos mi Frontera a su Pursang y nos fuimos hacia Albaida, el primer circuito de la temporada.
 -.”Si sobrevives a Albaida, ya no vas a tener problemas en ningún otro circuito” me dijo Manolo, recordando que yo era “asfáltico”... pues qué bien...

Al llegar sólo estaban un padre con un CR 125 y su hijo, creo que con una Kawa KX 65 u 80, no recuerdo bien. El ritual de ponerme el equipo (sobre todo esas malditas viejas botas de hebillas...) ya me ahorra la mitad del calentamiento... la otra mitad lo logra el arrancar las motos. Las pulsaciones, con los OO en la garganta, estaban en
“zona de par”... era el momento de salir.

Claro, Manolo, que se conoce el circuito y que rueda infinitamente más rápido que yo, vulgar aprendiz, desaparece en la primera curva. Así que ahí voy vagando, intentando no perderme en la zona del párking, donde se confunde circuito con explanada... de hecho, hasta rodé entre unos árboles del fondo... Total, que ya no sabía qué era circuito y qué no, no sabía si iba o venía. En esto que me pasan como obuses el niño y el padre, que me miró mal. Vale, es por ahí. Otra “rozada” por parte de Manolo me indica que voy por el sitio bueno... esto sí que parece un circuito.


Mi primer paso por meta...
A la bajada de un salto veo que la pista desaparece. Me aparto, bajo de la moto y extrañado miro el terreno. Por aquí hay un cortado, con unos viejos neumáticos tirados al fondo. Por mi derecha veo unas marcas de neumático... por ahí es. Por lo menos estoy logrando dar una vuelta completa a la pista, mientras tengo una especie de complejo de “planeta” con un puñado de satélites ruidosos y con colores llamativos dando vueltas alrededor mío... intento no molestarlos mucho.

Al llegar a la zona del desvío, me adelantan el niño y el padre (que cada vez me mira más mal) ¡y se lanzan de cabeza por el cortado! ¡No puede ser, pero si esto es una bajada de unos dos o tres pisos y con un montón de árboles después! Ahí estoy mirando embobado la caída cuando llega Manolo y se lanza como si nada, llega abajo, pega un quiebro de 90º a la derecha y desaparece en una empinada subida... ¿que me tengo que tirar por ahiiiií....?
Nada, hay que ponerle valor o abandonar: primera, despacito y que sea lo que sea. Estrujo lo poco que van los frenos, la rueda trasera se bloquea y salta... ¡he llegado abajo sin caerme!... hago la curva, gas para subir una cuesta que parece una pared... y la Bultaco, que tiempo después descubrimos que llevaba un chiclé más gordo del necesario, se ahoga sin remedio a mitad de escalada. Ya lo podéis imaginar... motor que se para, frenos que se bloquean, marcha atrás involuntaria... abajo a comer polvo. Mil patadas a la palanca para intentar arrancar... el niño y el padre me esquivan como pueden, el padre me mira mal, muy mal. Cuando llega Manolo mi 370 ya está en marcha... .-”¿necesitas ayuda?”... nada, nada, ya me apañaré.

No me digas como, pero subí sin mucho problema una vez limpié bien la bujía con unos buenos acelerones. Hago todo el circuito y vuelvo al mismo sitio... abajo despacito... curva... gas... y otra ahogada. Otra vez para abajo. Otro revolcón. Otra vez a darle cuerda al motor...
El padre y el niño vuelven a esquivarme por los pelos, y vuelvo a ser asesinado con la mirada. Y, curiosamente, vuelvo a subir sin problemas. Un poco más allá, en una bella bajada seguida de subida, el motor se para (falló de nuevo la chaveta del encendido que arregló provisionalmente TransTwin) y ya no quiere arrancar, quedándome por enésima vez en el medio. El padre me miraba como si quisiera que un rayo celestial me desintegrara allí mismo. Manolo me ayuda a quitar la moto, que ya no arrancó. Ahí se acabó el entrenamiento, con mucho sudor, mucho polvo, y sin haber aprendido más que a apartarme... que mal lo veía para la carrera...


Bueno, pues cuando debuté mi idea era símplemente intentar sobrevivir a la pista. El resultado me importaba un comino, sólo quería llegar a meta. Así que salí el último adrede, y fui vagando por la pista, despacito pero sin pararme. Ahora veía dos levantando las motos del suelo, ahora un pedazo de guardabarros. Ahora me aparto para que me doblen, ahora intento esquivar al que me ha doblado que intenta arrancar. Y sobre todo los gestos de ánimo de Voro, que convaleciente de una lesión no salió ese año, pero me llevó a todas las carreras... Salimos diecisiete y terminé el noveno. Pero terminé. Y terminé la segunda manga, el undécimo esta vez. Y en todas las mangas que salí en año y medio, no abandoné en ninguna, aunque algunas veces la pista se me complicaba, o la moto me daba algún problemilla, o era yo el que “pillaba” en alguna curva... Pero terminé.
Y eso era lo importante.



Miguel

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