Quizá nunca hayáis reparado en un pequeño detalle. Todos los hogares se construyen en torno a una pieza central. Puede tratarse de un simple objeto decorativo, como por ejemplo un cuadro, un retrato enmarcado. También puede ser un mueble de comedor mostrando vajillas que sólo se usan una vez al año, o incluso un piano.
Ahora, pensando, me vienen a la cabeza imágenes de salones elegantemente decorados donde hay dos sofás enfrentados invitando a una interesante tertulia, mientras se comparte un café con pastas al amor de la lumbre de una romántica chimenea. Pero opto por desechar tal bucólica y poco realista imagen, porque lo más parecido a ella en el mundo real es un pequeño comedor-salón con dos sofás colocados en "L" aprovechando cualquier esquina, dejando evidencia clara que el foco fundamental de atención va a ser la tele. Vamos, lo normal...
En mi caso, la pieza central siempre han sido los libros y, en torno a ellos, gira el resto del mobiliario. Para ser sincera, no recuerdo de dónde arranca ésta concepción del espacio tan extraña, en peligro de extinción, me temo. Mis primeras memorias me sitúan ya ante una gran librería repleta de libros en el despacho donde leía y estudiaba mi padre. Aquél pequeño cuarto era como un templo para mí, al que entraba cada vez que terminaba una historia en busca de otra. Mi padre cada vez escogía una historia para mí, ejerciendo de "gurú", de guía, de lo que ahora podría llamarse "coaching literario", pero que no era otra cosa que alimentar mi imaginación y amor por la lectura. Y no debió hacerlo tan mal, porque aún no he dejado de leer ni un solo día.
El pasado noviembre estrené casa nueva. Realmente era la casa de mi abuela, una vivienda que conozco bien desde mi nacimiento y que he arreglado y reformado para transformarla en mi propio hogar. Seguro que cualquiera que haya pasado por una reforma integral entenderá lo largo y pesado que puede hacerse. Después de un año entero invertido en transformar la vieja casa de mi abuela en un agradable hogar para mí y mi familia, hace cuatro meses terminó la pesadilla, y comenzó la siguiente: decorarla.
Reconozco públicamente que la decoración de interiores no es mi fuerte. Pero es cierto que el recuerdo de aquella librería en el despacho de mi padre ha marcado desde un principio la idea de cómo organizar mi nueva casa. Y hoy, tras meses de caos organizativo, con pilas de libros amontonados por todos los rincones, puedo enseñaros la pieza central de mi casa. El lugar en el que paso más horas del día, leyendo, estudiando, preparando clases, creando mundos imaginarios o escribiendo artículos para el blog.
Tal como hizo mi padre conmigo, ahora, cosas de la vida, soy yo quien escojo lecturas para mis hijos. Me gusta pensar que esta librería formará parte de sus recuerdos cuando crezcan, y que quizá sea el germen de un nuevo hogar cuya pieza central sean los libros.
Bonito bonito bonito :-)
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